viernes, 29 de diciembre de 2017

Sin piel


Hay dos clases de imágenes y enunciados que circulan en las redes y de forma saturada y abundante.

Por un lado aquellas que se refieren a cierta idea de libertad y autonomía, al menos intentarían expresar eso. Por otro lado, aquellas imágenes que son de cuerpos humanos o bien deformándose, descomponiéndose, o también cuerpos de los cuales pueden verse su interior, es decir sin piel y que muestran desde los huesos hasta los músculos internos, arterias, etc.

¿Habrá relación entre estas dos tendencias? Por un lado se expresan ideas de liberación personal. Se repite por ejemplo la palabra “soltar". Soltar las ataduras sociales, los compromisos laborales, amorosos, y también soltar las debilidades personales, los decaimientos anímicos, los pensamientos negativos.

Podemos poner en contraste este significante soltar con la tendencia estética de visualizar lo interno del cuerpo. Llama mucho la atención de que esta tendencia no pertenece hoy en día a un género de película como podría ser el de terror o de ciencia ficción, sino que es ya un modo de mostrarse socialmente, una cierta identificación. Hace una década el tema candente eran los tatuajes. Se observa entonces cómo a ido avanzando desde el tatuaje, que es una marca permanente en la piel, hasta el día de hoy que es justamente la ausencia de piel.

Observemos también que si comparamos las tendencias artísticas de épocas pasadas, estas tenían la preocupación por lo belleza y lo permanente. En cambio en la actualidad los cuerpos son mostrados en una faz terrorífica, o siniestra. Quizás los antecedentes de esto sea por ejemplo Francis Bacon, donde los cuerpos son también deformados. O actualmente incluso por ejemplo en las intervenciones del artista Vermibus, quien se caracteriza por disolver la tinta de los afiches de publicidad en la zona del rostro de modelos mujeres. Quedan borroneados con apariencia cadavérica.


La pregunta que podría surgir ahora es qué relación podría haber, si la hubiera, entre el significante soltar y todo el cúmulo de imágenes que la acompañan, con las estéticas de los cuerpos sin piel o de los rostros borroneados.

Podría ser tema de trabajo y de análisis, no sólo para el psicoanálisis sino para otras disciplinas.


Lo que no termina de resolverse.


Para Denis de Rougemont la pasión del amor desea la distancia, y la inventa si es necesaria. En el mito de Tristan e Iseo, hay un obstáculo entre los dos que les impide la consumación del amor. Ese obstáculo es el rey Mark.

Dado que hoy "todo esta permitido, siempre que no dañe la salud y la productividad", se pregunta Rougemont si puede seguir existiendo la pasión. Es una pregunta actual dado que hoy mas que nunca la pasión no tiene como condición el obstáculo, sino al contrario, habría una pasión por lo inmediato. Para el sujeto de la ciencia nada debe quedar fuera de lo representable, de lo contable, de lo observable. La pasión escaparía de esta pretensión. 

Para Alain Badiou lo que escapa de la representación es el acontecimiento. El acontecimiento como aquello que irrumpe un orden establecido y programable, y cuyas consecuencias son impredecibles. El amor es ubicado en este punto de un encuentro no progamable, pero que necesita a posteriori una cierta establización, que Badiou llama construcción.

Para Canal Feijóo habría un punto de irresolución entre lo indio y lo colonial. No adhiere a la idea de mestizaje, de fusión, entre las dos culturas como planteaba Ricardo Rojas. Sino que entre lo indio y lo europeo hay, tomando el pensamiento de Freud, trauma.

Pasión, acontecimiento y trauma, comparten rasgos que evocarían quizás lo real lacaniano, como aquello que no tiene ley. Como en la metáfora de la mano que va cerrándose, pero no se cierra hasta formar un puño sino que queda siempre semiabierta.

Rougemont, Badiou y Canal Feijoo captarían el hecho de que hay una verdad que no se reabsorbe en el saber.